Alfonso Calderón

 Para no amar

No quiero ya latidos que condenen
justificando tu ausencia revelada,
ni menos pechos doloridos
que presuman la tristeza de tus manos.

No quiero adivinarte las pupilas
de sosiego, como luna para amar.
Música esculpida en nieve, eres
con rumor a flor incalculable.

No quiero amor brillar contigo
en la luz de un astro aparecido,
porque tras nosotros va siempre
el olvido tumbando primaveras.

Que si una suave presencia acariciada
entrega el brillo de una luna desvelada
al fin nuestros cuerpos
se apagarán en la sombra
en un silencio tangible y presentido.


  *Alfonso Sergio Calderón Squadritto nació en San Fernando el 21 de noviembre de 1930  y falleció en Santiago el  8 de agosto de 2009. Fue poeta, novelista, ensayista y crítico, Premio Nacional de Literatura de Chile en 1998.

Óscar Castro

Descubrimiento de América


Habría que empezar de nuevo.
Partir de la raíz del indio.
Ir al origen puro sin conceptos ya hechos.
Sólo así encontraremos la América no descubierta,
la América del vientre claro y los jocundos pechos,
la América con su propio idioma cantador,
galopando su libertad de yegua joven bajo cielo.

Tenemos cuatro siglos de invasiones.
No sabemos usar nuestros ojos.
Pies extraños caminan por nuestras heredades.
Extranjeras palabras definen gestos nuestros.
Oro, cobre y sudor americanos
-amalgama de gritos y protestas-
surcan el mar en barcos de incomprensibles nombres.

América. Digo: la América de los bananos,
y los cafetales, y las caucheras y los minerales.
La América que pare abundancia.
La América de los grandes ríos y las montañas grandes.
El Nuevo Mundo que amamanta el mundo viejo.
La tierra en que mis hermanos los parias tienen hambre.
La América, si, la América quo no necesita nodrizas,
porque bebe leche de cielo en la cumbre del Aconcagua.

No la escolar América sabida por los mapas:
tierra tatuada de nombres y colores,
partida en Panamá por un canal de fierro
y comida en el Sur por los hielos australes,
sino ésta otra, ésta que nace
en el pétreo filo de los Andes
y cae como un poncho verde a dos mares azules.


Esta que va en mi canto americano,
resonando en el galope del charro,
del huaso, del llanero, del indio y del gaucho.
Esta que va en la espalda del cargador de muelles,
y en la espuela grandona, y en el sombrero floreado,
y en la ojota besada por aguas y tierras,
y en el olor del mate amargo,
y en el lamento de la quena y la trutruca,
y en el aroma de la piña madura,
y en el maíz que ríe con risa de sátiro,
y en el coco y la jícara que recibe su jugo.
Esa es la América, hermanos.

Es pura la mañana. Cantan los pájaros.
Canta el sinsonte y el quetzal es un relámpago.
Vamos a descubrir la América nuestra.
El día agita sus banderas anchas.
Es hora de partir y amanecer.
Partamos.


* Óscar Castro Zúñiga nació en Rancagua, Chile, el 25 de marzo de 1910- Fue un destacado escritor y poeta chileno. Su obra literaria abarcó la poesía, con un lenguaje transparente, humano y melancólico y con una métrica perfecta; y la narrativa mucho más realista y cercana al criollismo. En 1926 escribe sus primeros poemas que son publicados por la revista Don Fausto, bajo el seudónimo de "Raíl Z", a honra de su hermano menor. En 1929, aparece publicado su primer poema firmado con su verdadero nombre, el que se titula Poema a su Ausencia. Falleció en Santiago el  1 de noviembre de 1947,

Editorial: La creación literaria

La creación literaria, poesía y prosa es la instauración de lo permanente, es la instauración por la palabra; aunque sea raudamente pasajero lo celestial, la poesía y las obras literarias permanecerán por siempre al cuidado de prosistas y poetas, al servicio de la gente, sobre todo de los humildes; los escritores dicen la palabra esencial que permanece por los siglos de los siglos; los escritores y poetas sacaron de escena lo efímero, lo pasajero, lo sin importancia trascendental: reyes y princesas, para dejar lo permanente, entre tanto: “Los Miserables”, “El Periquillo Sarniento”, “El Mito de la Caverna”, “El Lazarillo de Tormes”, “El Capote”, “La Flor Amarilla” que humilde crece a la orilla del camino, de los caminos, de todos los caminos del mundo.El escritor nombra todas las cosas en lo que son, olvidándose de sí mismo, así comienzan a brillar. La escritura es la instauración del ser con la palabra y luego su donación libre a todos los hombres para que todos puedan habitar poéticamente la tierra, desde entonces el lugar de morada de las palabras son los hombres; desde entonces la poesía y la prosa no son un adorno que acompaña la existencia humana, son más bien el fundamento, la poesía y la prosa no son un juego inofensivo; el lenguaje es “el más peligroso de los bienes” y ser escritor es “la más inocente de las ocupaciones”; que no nos den los dioses más de lo que podemos digerir; debemos lo escritores mantenernos en pie, en la nada de la noche, con la cabeza erguida, ante las tormentas de Dios y de los hombres, eso sí, debemos saber partir a tiempo no sin antes haber elaborado la verdad de nuestro canto, con el habla que nos dieron los dioses y los rumores de nuestros pueblos que se esparcen con el nombre de Mitos y Leyendas.
León Danilo

La originalidad y la creación

Por Carlos Schulmaister


“La belleza es uno de los bastones de la memoria”

¿La creación es necesariamente original o puede utilizar las ideas de otros? Ningún creador es totalmente original y aquél que se proponga llegar a serlo difícilmente lo logrará.

La impresionante masa de palabras, ideas, conceptos, teorías, sistemas y paradigmas que han existido en todos los tiempos históricos llenarían el espacio cósmico si se materializaran. Consideradas en su totalidad constituyen una estructura compuesta de infinitesimales partes que alguna vez han sido originales y que hoy constituyen el suelo de la civilización. El pensamiento es resultado de los signos externos que recibimos y de su maduración y ejercicio en nuestras mentes, pero el conocimiento de algo no vincula automáticamente con nada próximo e inminente que una secuencia lineal prefigure.

La originalidad no es un insumo que se busque, se compre o se obtenga y se ponga a producir; por el contrario, es una azarosa posibilidad. Es un clic de las neuronas o una suma de ellos; un chispazo o una llama; un fruto del azar o una suma de felices combinaciones.

La historia humana de más de cuatro millones de años está llena de creación, es decir de subjetividad y originalidad, aunque ésta última convierta a cada creador en propietario absoluto de ella por el tiempo que dura un instante en la noche de los tiempos y al instante el fruto de su creación pase a ser propiedad colectiva por toda la eternidad.

La mayoría de las creaciones que alguna vez fueron originales, aunque más no fuera en alguna pequeña porción, se tornan más sencillas cuanto más antiguas son, mientras que otras, a pesar del paso del tiempo, siguen provocando exquisitas resonancias en sus moldes originarios y por lo mismo haciendo perdurar el nombre de sus creadores.

Éstas últimas son las creaciones artísticas, las que al revivir por medio de una nueva apreciación posterior en el tiempo, pueden hacernos vibrar en una cuerda sensible común a su creador y a nosotros mismos por lo que ambos tenemos de común mientras somos distintos y singulares. Ello es el reflejo de lo que pasa en la vida y en la historia: la condición humana es una y simple y múltiple y compleja a la vez. Las preguntas básicas del hombre son siempre las mismas pero a cada instante surgen nuevas formas de responderlas que empalidecen a las viejas.

De modo que este mundo actual, globalizado y posmoderno, novedoso y original, es el mismo mundo donde vivieron otros hombres muy parecidos a nosotros en lo fundamental. Entonces, ¿podremos asegurar que todo lo que hoy consideramos una idea original lo sea realmente? Tal vez nunca lo sepamos del todo para todas las ideas, incluso para las más complejas y actuales. Así, la originalidad no parece tan importante dada su efímera duración. A fin de cuentas todo nos viene del pasado, y si queremos complejizar más todavía esta elucubración todo nos viene de la tierra, que nos da el pan. ¿Serán las ideas tan ajenas a la naturaleza como parece?

Lo que sí puede reconocerse a la originalidad es su misterio, su reconditez, equivalente al perfume de las flores. Los perfumes son efímeros e invisibles, aunque tan hermosos o más que las flores de las que emanan. En cambio las flores duran una vida, a la escala de las flores. Y en una vida humana caben muchas potenciales vidas de flores. Por eso el hombre, como un jardinero busca los perfumes en cualquier cosa tangible o intangible, y así como una vez que conozca la belleza de un perfume lo guardará en la memoria de las fragancias, cuando lo seduzca la fascinante línea de un verso de un poeta cualquiera lo albergará en la memoria de las sugestiones.

Así como el perfume de una rosa —aunque se trate siempre de una rosa distinta— lo llenará de placer y de bien cada vez que la huela, y le permitirá conservar la memoria del perfume de las rosas, la belleza de un pensamiento reaparecerá cada vez que sea exhumado y se afincará más raigalmente en la memoria de ideas; y por más que el tiempo haga olvidar la intensidad de las sensaciones experimentadas en ambos casos, cada nuevo acto lo ligará a ese fondo misterioso que tienen la rosa, su perfume, y la poesía, es decir, la belleza.

La belleza es uno de los bastones de la memoria y ésta, un camino y una meta para el pensamiento. Pero ¿dónde reside la belleza del pensamiento no poético? Desde ya que no en la cadencia rítmica, ni en la eufonía de las palabras, ni en la sugestión de las pausas, por señalar algunas virtualidades de la poesía. ¿Cuál es el perfume de la creación? ¿Dónde reside su originalidad?

Habitualmente pensamos en ella como en lo novedoso; en rigor de verdad, en lo que creemos novedoso. Pero la originalidad es la combinación de una suma de cualidades, entre otras, oportunidad, pertinencia, justeza y justicia, precisión, verdad, singularidad y contexto, claridad, extensión y profundidad de una palabra, una frase o una formulación discursiva. Ellas marcarán la diferencia de apreciación de la potencial originalidad de una proposición o de un conjunto de ellas surgidas en tiempos y lugares diferentes, en situaciones particulares, y por medio de creadores distintos.

Así considerada, la originalidad sería relativa y nunca absoluta. Relativa a aquél que la sepa apreciar más que al creador circunstancial. Cuando Amiel decía que el paisaje es un estado del alma quería significar que el paisaje está en el alma. En consecuencia, la originalidad de un creador, cuando existe, surge en él con la endeblez y la potencia de la semilla, pero sólo fructificará como planta con un destino de fruto o de flor cuando los lectores, o quizá sólo uno entre muchos, coman de ella, humedezcan sus labios o huelan su aroma en el molde de un relato, sintiéndose representados por éste.

Cuando esto sucede, se cierra el circuito de la creación. El creador original ha atrapado al apreciador atemporal, pero éste se ha convertido en un nuevo demiurgo que ha hecho suya la obra haciéndola volar a través del tiempo y del espacio, y reviviéndola por intermedio de un pasaje empírico dialéctico entre dos creadores que nunca se conocieron directamente.

La originalidad, como el valor, siempre depende de los otros. En este caso, consiste en sentirse representado y reflejado en un espejo de palabras e ideas, o en hallar resonancias de nuestras certezas y luces tanto como de nuestras dudas, nuestras sombras y nuestras incomodidades.


* Carlos Schulmaister es maestro, profesor de Historia, Máster en Gestión y Políticas Culturales en el MERCOSUR, docente durante más de treinta años en el área de Pedagogía y Didáctica de las Ciencias Sociales en institutos terciarios del profesorado, gestor cultural, escritor y columnista en diarios del país y el exterior. Es autor de De la patria y los actos patrios escolares, Los intelectuales: entre el mito y el mercado, Gestión cultural municipal: de la trastienda a la vidriera, y otros títulos.

Literatura Erótica

“La literatura erótica latinoamericana ha sido, en general, un pseudo producto literario”
Fernando Alegría.

Por Jorge Alberto Collao
31 de Enero de 2011

Sublimes toques de la suavidad de la pluma, donde el oculto monte de venus escarcea su duerme vela acaso paseándose descalzo en el Quijote o el Ulises, donde la memoria Egipcia se rescata desenfadada como un s.o.s en el papiro de Turìn o el de Leide. Donde los dioses incontaminados por el virus judeo-cristiano fecundan el juego de la carne sin aspavientos: Artyanassa, Filenis de Samos y los de Elefantis. Aristófanes y su Lisístrata. Los poemas de Sotades, de Luciano y Los diálogos de las cortesanas. Insuflando un aire que llenó los pulmones de con el oxìgeno de Príapo, respirados por Marcial, Juvenal, Plauto, Catulo y Horacio, de Ovidio, El Satiricón, de Petronio y El asno de oro, de Apuleyo. Y los ecos antiguos del Kámasutra ingenioso al lado del libro rojo en los veladores de los jóvenes hippies. Las mil y una noches, El jardín perfumado, el Ananga Ranga, Hustler o Playboy, o mas acà Cosquillas, o Viejo Verde. Aunque nadie supiera de Lancelot de Chrétien de Troyes, de Tristán e Isolda de Gottfried von Strassburg, el Roman de la Rose de Guillaume de Lorris y Jean de Meun y Vita nuova y la Divina Comedia de Dante Alighieri. Si habían ecos de Giovanni Boccaccio y el Decamerón, avivado por un cine xxx ajeno y mala clase, porque antes de Pasolini las breves historias de Facetiae o Facecias de Gian Francesco Poggio Bracciolini, Girolamo Morloni y sus retratos en Novellae, o Pietro Armino cautivando en Razonamiento, o Antonio Beccadelli, y su estremecedora, Hermaphroditus cerrando el círculo románico. Los poemas eróticos de Eustache Deschamps, el libro De amore de Andreas Capellanus y los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer. Y Antoine de la Sale, al cual pertenecen las obras Le Petit Jehan de Saintré y Les Quinze Joyes de mariage . Los dibujitos de Pietro Aretino y Marcantonio Raimondi en I Modi de 1524 perseguido por Clemente VII, que no pudo sin embargo contra Lorenzo Veniero, autor de La puttana errante, y a Nicollo Franco, autor de La priapea. Y no digamos que el bofetazo al rancio franquismo con el destape español era cosa nueva: Cantigas de escarnio y mal decir, en gallego portugués y el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, La Celestina, La lozana andaluza de Francisco Delicado. En el siglo XVII comenzó según se sabe, el delicioso contrabando de literatura erótica desde Ámsterdam a los demás países europeos. Entre estos se cuentan L'Ecole des Filles, una obra francesa impresa en 1655 que está considerada entre los comienzos de la pornografía de Francia. ¿Y quién no leyó o supo de Fanny Hill?, al que Cleland le había puesto el aparatoso y rimbombante nombre de Memoirs of a Woman of Pleasure . Y los marqueses ya se la traían a partir de Teresa, filósofa, atribuida al Marqués d'Argens, hasta que Sade le ganó el quienvive arriesgándose con Los 120 días de Sodoma, y Justine, sin que sea necesario abundar mas en este ilustre personaje. Si hablamos de salvaje literatura erótica Leopold von Sacher-Masoch abrió los fuegos con su obra La venus de las pieles (1870). Autores que siguieron su estela son Richard Brohmek y Fedor Essée, siempre con la mujer vista desde un punto de dista dominante y cruel, con la figura del hombre dominado y sumiso. A finales de siglo, surge el nombre del dramaturgo Arthur Schnitzler, su obra más polémica fue La ronda, un ciclo de diez piezas dramáticas de un solo acto, cada una formada por una pareja de amantes, de tal forma que uno de los integrantes de la pareja repite en dos escenas consecutivas, en una especie de danza de emparejamientos sexuales. Otra novela erótica de gran importancia en Alemania fue Josephine Mutzenbacher, considerada como un clásico pornográfico, atribuyéndoselo a Félix Salten. La historia es narrada bajo el punto de vista de una prostituta vienesa de 50 años, que rememora sus escapadas sexuales entre las edades de 5 y 12 años, lo divertido es Salten, es el autor del clásico infantil Bambi. Y a modo de referencias a la franca literatura:

· El inglés D.H. Lawrence es el autor de uno de los libros más polémicos de la primera mitad del siglo XX, El amante de Lady Chatterley (1928),

· Otro autor controvertido de inicios de siglo es Henry Miller, con sus obras Trópico de Cáncer (1934) y Trópico de Capricornio (1938),

· Emmanuelle Arsan, autor de Emmanuelle.

· Dominique Aury, autora de Historia de O.

· Georges Bataille, con el libro titulado La historia del ojo (1928).

· Anaïs Nin fue una de las primeras representantes de la literatura erótica femenina.

· Vladimir Nabokov es principalmente conocido por ser el autor de Lolita (1955), que más allá de los filmes, más se me viene a la mente Alizee y sus performances.

· Guillaume Apollinaire, Louis Aragon, Jean Genet, Pierre Louÿs, Joyce Mansour, Mario Vargas Llosa, con Travesuras de la niña mala, o J. G. Ballard, autor de Crash (1973), una novela en la que se aborda la relación entre el deseo sexual y los coches.

· Una de las obras clave de la literatura erótica de la segunda mitad del siglo XX es, sin duda, Historia de O. Publicada bajo el pseudónimo de Pauline Réage.

· A finales del siglo XX y principios del XXI, los libros eróticos narrados a modo de autobiografía femenina cobran cierta fama. Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, la controvertida Cien Cepilladas antes de Dormir, de Melissa Panarello, que trata la sexualidad extrema durante la adolescencia, o Diario de una ninfómana (2003), de Valérie Tasso, son algunos ejemplos de ello.

· Nueve semanas y media (1978), de Elizabeth Mcneill.

· Los amores Prohibidos (1980), de Leopold Azancot.

· El amante (1984), de Marguerite Duras.

· La pasión Turca (1993), de Antonio Gala.

Y quizá para reivindicar la frasecita inicial de Don Fernando Alegría, el opinaba además que “De pronto uno se encuentra hoy con obras de profundo sentido estético que no se olvidan fácilmente. No olvido por ejemplo un cuento que me produjo una impresión profunda y en el mejor sentido de la palabra, una impresión erótica. Escrito y publicado hace muchos años, es de un autor que en Chile no se asocia con este tema. Me refiero a Augusto D’Halmar y su cuento titulado En provincia”.

O este “OSCURIDAD HERMOSA”, de Gonzalo Rojas:

Anoche te he tocado y te he sentido / sin que mi mano huyera más allá de mi mano, / sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído: / de un modo casi humano / te he sentido. / Palpitante, / no sé si como sangre o como nube / errante, / por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube, / oscuridad que baja, corriste, centelleante. / Corriste por mi casa de madera / sus ventanas abriste / y te sentí latir la noche entera, / hija de los abismos, silenciosa, / guerrera, tan terrible, tan hermosa / que todo cuanto existe, / para mí, sin tu llama, no existiera.

Isidora Rebelde

Isidora Aguirre ha muerto, y la trágica noticia me sorprende mientras regreso de un hermoso festival literario, Correntes da Escritas, que todos los años se realiza en Povoa do Varzim, Portugal, y cito esto porque fue justamente en ese pueblo de pescadores donde hace algunos años José Saramago me habló con admiración de la gran dramaturga, profesora y novelista chilena. “Esa mujer debería ser para los latinoamericanos una dramaturga comparable a Brecht”, me dijo el gran escritor lusitano, y yo me atreví a responderle que, para algunos latinoamericanos Isidora Aguirre –la Nené para los amigos- era la mayor autora teatral del continente.
Isidora vio sus obras escenificadas por compañías teatrales como El Galpón, Rajatabla, Libre Teatro Libre, Berliner Ensemble, Teatro Nacional de Cuba, Theatre d’Nancy, Rostocker Schauspielhause, y contó con la admiración de grandes contemporáneos entre los que destacan los argentinos Oswaldo Dragún, Roberto Cossa, el colombiano Enrique Buenaventura, los uruguayos Mauricio Rossenconff y Roberto Espina. Jamás olvidaré la admiración con que me habló de ella Dario Fo que siempre ha considerado “Los que van quedando en el camino” como la más alta demostración de teatro épico. A Isidora Aguirre la admiraban y querían los integrantes de la primera división del teatro mundial, pero en Chile… ya se sabe lo que es el maldito “pago de Chile”.
A Isidora Aguirre la citan con la boca llena en las esferas oficiales, en la nomenclatura cultural, pero apenas conocen una de sus obras; “La pérgola de las flores”, obra espléndida si dudas, fruto del talento de una mujer que hasta se dio el lujo de escribir ese hermoso entretenimiento para sobrevivir y poder así dedicar tiempo a sus otras obras magistrales, como la mencionada “Los que van quedando en el camino”, “Lautaro”, “Retablo de Yumbel”, “Población Esperanza”, y tantas otras obras marcadas por su inclaudicable rebeldía, sentido de justicia social y ética, una rigurosa ética de artista e intelectual que siempre estuvo con los jodidos, con los perdedores ilustres, con los de abajo.
Militante comunista hasta la médula, Isidora Aguirre nunca dejo de estar donde había que estar, en el momento justo, e hizo lo justo, aquello que su conciencia le dictó como correcto.
Le negaron repetidamente el más que merecido premio nacional de literatura justamente porque era una rebelde, porque no cedió jamás en sus principios y porque nunca dejó de ser crítica con el poder. Hace algunos años, uno de los argumentos para negarle el premio nacional de literatura fue que “había publicado muy poco”. Y con eso los jurados demostraron que jamás se asomaron a las páginas de “Doy por vivido todo lo soñado” o “Carta a Roque Dalton”, dos novelas publicadas en España que, a más de 20 años de ser publicadas continúan vivas en la memoria de los lectores y son dos referencias cuando en las universidades europeas se habla de literatura chilena. Pero no podían darle el premio nacional de literatura a una señora de las letras que, pasados ya los ochenta años, seguía escribiendo alejada de cualquier vanidad literaria y empeñada en contar desde el texto teatral y desde el escenario asuntos tan “poco literarios” como el cierre de las minas de carbón en Lota.

Mientras una vez más le negaban el premio de sobra merecido, Isidora, la Nené, se entregaba a escribir “Subiendo…¡último hombre!”, o su sorprendente adaptación de “Fuenteovejuna” que fue un espejo de la realidad chilena.
Leo que el ministro de cultura chileno ha declarado un día de luto nacional por el deceso de la gran dramaturga. Pobre homenaje tardío que, más que arreglar una injusticia, avergüenza a los gestores de la cultura chilena de los últimos veinte años.
La recuerdo en los días de clandestinidad, sentada en el suelo, con la máquina de escribir sobre las piernas y los cigarrillos a mano, redactando un documento para que en Francia, Italia, Alemania o Bélgica atendieran y ayudaran a una compañero o compañera que horas antes ella misma había metido en alguna embajada para salvar su vida, sin más ayuda que su propio valor y su viejo simca de techo negro, auto muy odiado por los esbirros de la dictadura. Y en esta hora triste la recuerdo mientras corregía sobre la marcha una obra agitativa, “Quién tuvo la culpa de la muerte de la María González”, que tuve el honor de dirigir con un grupo teatral de Valparaíso. Isidora Aguirre recibió muchos aplausos y reconocimientos en América y Europa. Sus obras teatrales y novelas están traducidas a muchos idiomas, pero en Chile los gestores o gerentes de la cultura decidieron que era molesta, y vaya si tuvieron razón; Era terca frente a la injusticia, valerosa frente a los soberbios engominados del poder, rebelde frente a las costumbres pacatas, y libre, muy libre, porque así lo dictó su noble corazón de comunista.
Gijón, 27 de febrero de 2011

http://www.lemondediplomatique.cl/Isidora-Rebelde.html

Las revistas innecesarias

 por Jorge Alberto Collao
Pareciera ser que muchas veces, lo más fácil resulta ser lo mejor, pero como bien lo sabe la dolorosa historia de la humanidad, esto suele ser un contrasentido. Generar una revista debiese ser como las gotas de agua que salpican del golpe del mar sobre la roca, pero lo que tenemos son revistas que no tienen mar, donde no hay rocas, y menos los golpes furiosos de la fuerza de la cultura. Como siempre, ponemos la carreta delante de los caballos.
Las revistas entonces, sin que exista en el medio una estructuralidad cultural resultan  en  una especie de frankenstein mezcla de copypaste, esquirlas escriturales, revoltijos temáticos, desconcierto inercial,  señuelos literarios, y máscara cultural.
   Una revista debiese por lo tanto ser voz y expresión de un fenómeno cultural definido, y mientras más definido tal fenómeno, de mayor importancia la revista, de tal modo que una revista no puede ser registro de una carencia, pues ello jibariza la calidad crítica del medio, sume al público en la desidia, y a los artistas en la inanición creativa.
Que un grupo de personas bienintencionadas sean capaces de generar y mantener un medio de difusión de la escrituralidad de sus pares es una iniciativa quijotesca y loable, pero redunda en un lento, eterno,  y adormecido suicidio creativo. Solo en el caso escritural, la necesidad de crear una obra a lo menos básicamente sólida, permite adelantar juicios más o menos coherentes sobre ella, y abrir un campo de crítica que permita finalmente un dialogo virtuoso entre los creadores y para lo cual, las revistas pueden cimentar los códigos necesarios para posibilitar la germinación de ese diálogo a escalas más elevadas, en términos de industria, y en términos de calidad.
Entonces podríamos decir, que antes que la revista es el libro. Y esto no en un afán absolutista o una regla inquebrantable, sino expuesto en un sentido en que las significancias se encuentran bien asignadas a la hora de evaluar el aporte a cualquier pretendido movimiento cultural, contracultural, under, o que se yo.
Y nos encontramos entonces con tareas mayores y retos mayores que la creatividad de los creadores –válgase mil veces la redundancia- no han sabido resolver.  Podríamos decir finalmente que el mundo subjetivista del creador se riñe con el banal mundo objetivo de las simples matemáticas, estrellándose con la necesidad adictiva de la dádiva. Y escudados en pretendidos arrestos de genialidad, terminan disfrazando su inoperancia, incapacidad, indisciplina y desidia, en una especie de ostracismo olímpico de artista incomprendido: mediocres conductas lastimeras.
Se requiere entonces una nueva clase de actores que viabilicen la interacción entre creadores y público, en una sociedad cada vez mas estructurada y japonizándose poco a poco, en un uso del tiempo  con opciones de fuga ante una globalización que rima cada vez más con idiotización.
Jorge Alberto Collao, Miércoles 9 de Febrero de 2011.